
Acurrucadita, con la cabeza bajo la almohada,
me abrazo fuerte a ella y me tapo los oídos intentando no escuchar.
Esperando no oír los truenos, deseando no ver los rayos,
intentando huir de todo, en este punto….me encuentro yo.
Me siento tan pequeña, me siento tan insegura,
que mejor cierro los ojos e intento no pensar.
Acuden a mi mente imágenes de mi pasado,
de mi niñez perdida y de mis miedos no olvidados,
de ese temor a perder a los seres que cada día están a mi lado.
Y sigo recordando, con nostalgia y con temor,
que mis miedos más grandes, solo dependen de Dios.
A oscuras en mi habituación yo me tapaba
mientras mi madre con paciencia intentaba sacarme de debajo de esa almohada
explicándome despacito y con calma que todo estaba bien, que no me preocupara
que aunque mi papa no estuviese en casa, Diosito ya lo cuidaba
que estuviese tranquila que la tormenta pronto se pasaba,
yo contaba hasta diez para ver si se alejaba,
y recuerdo claramente como caían mis lagrimas,
como la angustia de esos momentos me superaba,
hasta que poco a poco el cansancio llegaba,
y Morfeo con su varita de mi se apiadaba.
hasta que poco a poco el cansancio llegaba,
y Morfeo con su varita de mi se apiadaba.
Susana Martín
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