No soy de esas personas que solucionan todo a golpe de
billetero,
tampoco soy de esas que lo arreglan a golpazos o a tirones
de cabello,
ni las que hacen rabietas y pregonan sus corajes o
rencores a diestro y siniestro,
menos aún de esas que simplemente se guardan el rencor en su
corazón y no lo arreglan.
Más bien creo que soy de esas personas que intentan
arreglarlo por medio de la palabra,
porque he aprendido que la mayor arma que tiene el ser
humano es precisamente esa “la palabra”
ya que no hay puño tan duro como puede ser una palabra dicha
en un momento de cabreo,
ni nada que perdure en tu cabeza como los consejos o los
reproches de alguien a quien estimas.
Por ello he aprendido que las palabras …. se las lleva el
viento,
que a buen entendedor… pocas palabras bastan,
que hay palabras que solo llegan hasta los oídos, otras …. los
atraviesan y logran besar el alma,
que a palabras necias …. oídos sordos,
que boca cerrada … es mas fuerte que una muralla,
que del dicho al hecho … hay mucho trecho,
que el poco hablar es oro … y el mucho es lodo,
que el que calla … otorga,
que en la boca del discreto … lo público es secreto,
que hay que hablar cuando puedas … no cuando quieras,
que hablando … se entiende la gente,
que la lengua no tiene hueso … pero corta lo mas grueso,
que más apaga buena palabra
… que caldera de agua,
que más vale una palabra a tiempo … que cien a destiempo,
que no hay palabra mal dicha … sino fuese mal interpretada,
que palabras vanas …
ruido de campanas,
que palabras y plumas … el viento las tumba,
que por la boca … muere el pez,
que por un mal chiste …. un buen amigo perdiste,
que quien habla lo que no debe … oye lo que no quiere,
que quien habla siembra, quien oye y calla … recoge y
siembra,
que quien mucho habla … mucho yerra,
que es sabia quien poco habla … y mucho calla,
que una imprudente palabra … nuestra ruina a veces labra,
que una palabra …. deja caer una casa,
y que no hay mejor palabra …. que la que queda por decir.
Susana Martín Rodríguez
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