Como
cada tarde sola,
pensando
en esos días pasados,
en los
que el mundo era para los dos,
en los
que parecía que nada los podía separar,
Y ahora
... ahí estaba ella,
desojando
las hojas secas que eran frutos de su amor,
ese
amor que igual que las rosas de sus manos, se marchito,
ese
amor por un hombre que no supo valorar,
que no
tubo el valor de luchar por ellos dos,
ese
amor que solo aparece una vez en la vida,
y que o
lo agarras o lo pierdes.
Ella
siente que el ya se quedo atrás,
en ese
camino en el que no quiso seguir,
y que
solo que en sus manos rosas marchitas,
que el
tiempo va esparciendo junto con su dolor.
Susana Martín
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